Los objetivos y los KPI están relacionados en la búsqueda de la mejora personal y de la empresa; el primero es el destino y los segundos son reflejos de las actividades que implementamos para llegar a ese destino. Veamos cada uno en detalle.
Un objetivo es un alcanzable
en un futuro definido. Por ejemplo, usted quiere correr un maratón. Hoy usted
no hace ejercicio de manera formal, de hecho, tiene un trabajo muy sedentario.
Por tanto, decide alcanzar ese objetivo, correr 42 km en un plazo razonable,
digamos un año, es decir, marzo del 2023.
Para alcanzar ese objetivo,
tendrá que hacer algunas actividades detonadoras clave, quizás de única
ocasión: Ir al doctor para revisar que no tenga una imposibilidad física que le
impida alcanzar su meta (en las empresas, le llamamos análisis de
factibilidad), conseguir un entrenador que le diseñe una rutina de
acondicionamiento físico y el entrenamiento para los 12 meses, un nutriólogo
que le asesore para que su alimentación esté acorde con la meta, y comprar el
equipo deportivo adecuado. Estas actividades detonadoras son clave para su
meta, pero es altamente probable que sólo deba hacerlas en una ocasión, como en
un proyecto sólo hace una vez el presupuesto, la estimación de la ruta, etc. Entre otras actividades detonadoras, tenemos
el análisis FODA, determinación de la posición competitiva. Ojo, es sólo un
ejemplo y podemos dejar fuera algunas actividades, pero las anteriores sirven
para imaginar la situación.
Después, esas actividades
detonadoras van a generar tareas cotidianas, de las cuales depende que alcance
su objetivo: debe monitorear su frecuencia cardiaca, seguir el plan de
entrenamiento que le han diseñado, mantenerse fiel al plan de alimentación. Eso
implica establecer procesos que le permitan ajustar su descanso, su tiempo de
trabajo, su tiempo con la familia, para hacer el espacio a fin de completar la
rutina de ejercicio. De alguna manera, los procesos son similares a los
hábitos, pues son pautas de comportamiento que se aprenden, se practican un
tiempo con alguna guía, y eventualmente se convierten en automáticas. De esos
procesos personales, deberán usted llevar un registro para saber si está
avanzando, a cierto ritmo, hacia la meta establecida. Esas mediciones regulares
que le indican si avanza hacia el objetivo son precisamente los indicadores
clave de desempeño, o KPI. Entonces, una vez determinados los procesos, se
generarán las mediciones que permitirán el sostenimiento en el tiempo, es
decir, los KPI. Aquí los KPI serán el cumplimiento de las actividades
programadas de entrenamiento, el monitoreo de su frecuencia cardiaca, el
seguimiento de su plan de alimentación. En una pequeña tabla, usted puede tener
la fecha y registrar si cumplió o no con cada actividad de monitoreo, con una frecuencia semanal. Simple,
para este ejemplo.
Ahora, tenga en menta que los
objetivos no establecen los KPI. No podemos pensar que sólo por tener una meta,
en automático vamos a tener las mediciones asociadas. A su vez, los KPI tampoco
fijan la meta: usted puede hacer ejercicio, monitorear su frecuencia cardiaca y
seguir un plan de alimentación sin necesariamente estar pensando en correr un
maratón u otra competencia. Ambos están interrelacionados, pero no son intercambiables;
pueden ser dependientes (es posible establecer una meta que involucre una sola
actividad, y ahí no hay KPI, o bien, tener KPI y hacer mediciones rutinarias
pero que en algún momento se hayan perdido del objetivo).
El objetivo es pues, el
destino, el lugar al que deseamos llegar en un futuro (un mes, un año,
cualquier otro plazo). Los KPI son herramientas para llegar a él, y aunque podemos
llegar al destino por casualidad, la probabilidad de hacerlo sin revisar el
progreso, es baja, y de mantenerse ahí sin mediciones, aún más baja.
Estoy convencido que establecer
objetivos es primordial para el avance de la empresa o de las personas (son retos
de mejora), siempre bajo la metodología SMART, y
cuidando no tener objetivos que se contraponen (ver "Establecer metas puede ser dañino); también soy un convencido de que los hábitos o
procesos deben generar mediciones que hay que monitorear constantemente para
mantener la ruta. No todo se mide, no todo es clave, y esa es la habilidad de
un buen consultor: determinar sólo las mediciones necesarias, con la frecuencia
adecuada, para mantener el curso, evitando caer en el exceso que haga más
importante la métrica que el resultado.
Espero que esta información
le sea de utilidad y quedo atento a sus comentarios.
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