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💡 Pensamientos de segundo orden: "Y después, ¿qué?"

Muchas veces actuamos por impulso, pensamos que una acción no tendrá consecuencias hasta que las tiene, y muchas veces las consecuencias son más duraderas que la misma acción. Por ejemplo: sentarse 8 horas diarias. Seguro un día no tendrá impacto en su salud, pero ¿y en un año, en cinco o en diez? Ese es justamente el pensamiento al que hace referencia el segundo orden: ¿qué impacto futuro tiene una actividad repetida, o una actividad eludida de manera repetida?

Vea el artículo: Enfermedades crónicas de finanzas personales.

Ejemplos: Cuando se inició el talado de un bosque, parecía que un árbol no iba a hacer la diferencia, pero cuando eso se continúa por años, al final, el bosque se acabó. Alguien no pensó qué pasaría cuando inició una actividad, ni cuando la continuó por un largo tiempo, hasta que la actividad misma acabó con el medio. Algunos podrían decir que se trata de ceguera de taller, que nos concentramos en los pinos y perdimos de vista el bosque, y así fue, de una manera literal.

Otro ejemplo: Cuando usted tiene una cantidad en el banco, y no toma una decisión de inversión, sino que simplemente posterga pensar en ello y deja su dinero a la vista, por meses o años. Al final, si hace la cuenta del interés compuesto que hubiera tenido por todo el tiempo que postergó su decisión, puede ver los tamaños de las consecuencias. Y después vienen los arrepentimientos: "Hubiera hecho..."

Quien decide no leer o aprender algo un día, no le pasará nada. Pero si eso continúa una semana, un mes, un año, después de un tiempo estará obsoleto, y ya no podrá alcanzar el conocimiento que otros hayan adquirido. Lo mismo ocurre con la condición física: un día no pasa nada, quizás una semana tampoco, pero después de un año de no hacer ninguna actividad, seguro su cuerpo le pasará factura.

Esta es la esencia del pensamiento de segundo orden: pensar en las consecuencias, en hacerse la pregunta "¿y luego, qué?", es decir, después de hacer (o dejar de hacer) algo repetidamente, ¿qué va a pasar? Muchas de las decisiones de la vida, de las empresas, de las finanzas, con los propios clientes, son decisiones de primer orden: ahorita no pasará nada. Pero en un tiempo, la consecuencia puede ser mayúscula.

Y si no me cree, piense en lo siguiente:

  • El calentamiento global y la creciente isla de plástico: Tirar una botella de plástico no hace daño, pero si todo mundo lo piensa y lo hace por un tiempo largo, las consecuencias serán mayúsculas.
  • La creciente tasa de obesidad infantil y adulta: Nadie pensó en el daño que haría la falta de ejercicio o un refresquito al día, pero la práctica repetida de eso puede tener consecuencias muy serias en la salud de las personas.
  • La propia inseguridad: Quizás alguien pensó que un crimen impune no tendría efecto, pero la suma de ello ha derivado en una situación social y económica casi insostenible.

En su negocio, en su trabajo, ¿ha pensado en las consecuencias de sus acciones, en el segundo orden de las decisiones que hoy tome? Pensar en el futuro, en todas las posibilidades, puede traer complejidades a las cuales no estamos acostumbrados, pero que deberían formar parte de una planeación estratégica esencial. Es importante detenerse y pensar "Y después de esta acción, o está decisión, ¿qué va a pasar, qué consecuencias puede tener", para empezar a generar escenarios que nos permitan ir más allá del día a día.

Vea el artículo: Análisis PEST (auxiliar del FODA).


Referencias:

Second-Order Thinking: What Smart People Use to Outperform https://fs.blog/second-order-thinking/


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