Juan es un microempresario que ha invertido toda su liquidación en un pequeño negocio. Un día después de su despido, fue a darse una vuelta por su colonia y ver qué giro comercial hacía falta. Lo detectó, según él, y empezó a buscar un localito, se arregló con el dueño para rentarlo por seis meses (mientras se acreditaba), compró anaqueles y un mostrador, un poco de inventario, pintura y lo necesario para arreglar el “changarro”, como diría Fox. Además, le pidió a su hijo que lo ayudara con un correo electrónico, una cuenta de FB y mandó hacer unos volantes.
Pero nada más. Juan no tiene más preparación empresarial que
sus ganas. De hecho, no tiene mucha idea de su mercado, sus clientes, su
contabilidad, estrategias de marketing. Nada más allá de un empleado de diez
años que lo acaban de echar a la calle, por “reestructura” de la empresa.
Empieza a trabajar, y las ventas no van tan bien como él
quisiera. El tiempo pasa y su guardadito en el banco se va acabando. Pensó en
contratar un dependiente, pero con las ventas tan bajas, no podría pagarlo. La
renta y la luz se van comiendo el poco dinero que entra por ventas. Está en una
disyuntiva: mantenerse en el negocio esperando a los clientes, o cerrar para ir
a buscar clientes, pero si lo buscan, ¿quién los atenderá? Y esa no es la única
complicación: requiere más inventario, pues algunas piezas de las que compró
inicialmente, se van acabando. ¿Con qué lo va a comprar, pedirá un préstamo o
un crédito a su proveedor? Estas son sólo algunas de las complicaciones de un
empresario novato. ¿Le suena conocido?
Pero espere, más malas noticias: su contador (que también le
cobra) le dice que al ritmo que va, su negocio no tiene más que unos tres meses
de vida. Por cierto, si tiene un negocio, o si tuviera uno, ¿le gustaría saber
cuánto tiempo le queda de vida?
Esto es posible, de acuerdo con el análisis de ciertas
cuentas contables. En un muy interesante artículo, Jaramillo e Isaac (2013) desarrollaron
un modelo estadístico para determinar la tendencia de las empresas a la
quiebra, analizando la liquidez, niveles de deuda, manejo del capital
financiero y la rentabilidad. La exactitud del pronóstico es del 91.3%, y por
la degradación de los indicadores financieros fue posible identificar
condiciones de quiebra hasta dos años antes de que ocurriera.
El caso hipotético de Juan no es tan hipotético. Por lo
general, los empresarios se lanzan sin preparación, sin plan de negocios y una
vez en el ruedo, sin un plan de vigilancia de sus indicadores de desempeño (de
eso fue mi tesis doctoral), y de repente llega la quiebra, pero a los ojos de
un contador / financiero / administrador, esta era la crónica de una muerte
anunciada. Como la de los miles de negocios que quiebran cada año en México.
Para saber más: Jaramillo J., e Isaac, J. (2013). Modelo probabilístico de quiebra para pequeñas y medianas empresas mexicanas. Ciencia UANL. 16 (4). Pp. 103-113
Y por supuesto, la obra de consulta de las fórmulas: Sánchez-Téllez, A., y Sánchez-Téllez, J. (2020) 300+ indicadores clave de desempeño en empresas, gobierno y más: https://www.amazon.com.mx/dp/B0861C4C9V
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